De nuevos va la cosa porque las dos piezas que hoy nos programan en el Teatro Echegaray, en pleno casco histórico de la española ciudad de Málaga proceden de gente muy joven, prácticamente debutante en esto de filmar, en este caso, documentales. No es mala forma de dar el primer paso: agarra la realidad, retuércela cómo te pida el cuerpo, pero no elucubres demasiado, que, si no, sería difícil entenderte.
El que parece entender de todo sigue siendo el incombustible e inconturnable Casimiro Torreiro, que vuelve a presentar el acto con doblete en el día de hoy. Saludos iniciales, arengas elogiosas, largas frases que se unen a otras. Habrá que hablar de un estilo Torreiro. O Casimiro, que suena más cinematográfico por aquello del arte visual.
Los años sepia |
Los tiempos de los gangsters |
Los malos son los buenos |
Al contrario qu´en la última entrada, intentemos no caer aquí en un desmesurado spoiling. ¿Pesquisa? Sí, eso: búsqueda, investigación
y huellas. Un pasado oscuro puede dar, como en esta obrita,
bastante juego y, así, la historia empieza extraordinariamente bien
porque, además, El Cinéfilo Ignorante siente predilección por ese país.
Únete a mi pandilla |
El relato está teñido de un argentinismo absoluto y sucede a principios del siglo... XX, obvio. Nos quedamos con un blanco y negro sólo a veces coloreado, como mucho, de sepia, lo cual también gusta. Dado que no hay más remedio que ceñirse al formato de un corto en el que, en este caso, la velocidad narrativa se atiene a un ritmo normal, no se nos puede contar gran cosa. Así, la historia debe quedar inevitablemente suspendida y dan ganas de más.
Los créditos sí que son originales |
«««¼
Con el cansancio de llevar tres documentales de peso prácticamente seguidos, se acaba la terna con EL SEÑOR LIBERTO Y LOS EXTRAÑOS PLACERES, cuyos 70 y tantos minutos, dada la coyuntura, se harán bastante largos.
Da la impresión de qu´este documental viene precedido, al contrario que los anteriores, de un cierto aparato publicitario, pues tiene hasta cartel y todo, y, además, después se comprobará que ha pasado por más festivales y que también está programado para el documentaMadrid.
Una vez más se agrupan, en una misma sesión d´este nuestro festival de Málaga, un par de películas, sean largas o cortas, latinoamericanas o españolas, buenas o menos buenas, se agrupan, digo, atendiendo a rasgos visiblemente comunes. En esta ocasión, a ambas las une el móvil de la indagación en el pasado (y otro más que se revelará al término d´esta entrada). Si en Pesquisa aparece de forma borrosa el momento presente, en el largo que ahora nos ocupa s´establece un contraste continuo entre la actualidad y lo que le precedió.
No es tampoco este documental l´alegría de la huerta precisamente y lo malo es que busca la complicidad con el espectador recurriendo, de vez en cuando, al truco de la risa. Se pretende, tal vez, romper la monotonía de la vida de un anciano sobre el que no vamos a decir más que apuntar qu´está truncada y que constituye un contraste absoluto con su personalidad llena de vitalismo en otros tiempos.
¡Qué carilla! |
Esos tiempos idos son los años 80, que aquí se presentan muy amablemente, quizá demasiado, pues contrastan de manera muy viva con la triste actualidad. Esa exaltación del pasado es lo más conseguido de El señor Liberto y los extraños placeres; en su época e incluso ahora, aquellas costumbres podían quedar como cutres, pero no: lo sórdido está en el presente.
Está bien mostrada la desmitificación de los dos momentos. Es curiosa y atractiva la compañía guaraní que le han buscado al señor Liberto. Ahora bien, a medida que avanzan los primeros minutos de la película, se da uno cuenta de que tooodo el film es oootro ejercicio de ombliguismo en línea parecida al cortometraje que le antecedió. ¿Hace falta esta exhibición de la vida de uno o, lo que es casi peor, de sus propios familiares? Pues... No, y más cuando a los retratados se les priva de su consentimiento.
No te preocupes |
¿Cuánto falta? |
Jugando a los soldaditos |
Bella imagen ciertamente |
Desenmascarando todavía más la historia, tememos confesar que, si a ustedes les atraen las ocurrencias de muchachos d´entre 10 y 15 años, les van a colmar de gozo muchos minutos de trivialidades protagonizadas por preadolescentes y sin pre. Por el contrario, si estiman que, a esas edades, se pierde el tiempo innecesariamente y que también se les hace perder a unos espectadores que se ven muy alejados d´esos juegos, El Cinéfilo Ignorante debe decir "Apaga y vámonos" mientras se revuelve nerviosamente en su butaca y confía en sucumbir a un relajante sueño que no termina de aparecer.
Falta poner Fin |
Frankly, my dear., I don´t... |
Ven ustedes que había empezado bastante bien El señor Liberto con sus placeres pero también cómo el tedio se ha ido apoderando del personal. Las imágenes evocadoras se han dejado fagocitar por las escenas planas de la familia y eso que no hablamos del último fotograma en el que hay una enumeración que debe interesar a muy poca gente, y es que no es nada interesante.
Ya no despellejamos más. Hay que limitarse a otorgar estrellas, que se quedarán en un aprobado por los pelos.
««½
¿Alguna preguntaaa? |
Ahora llega el no tan ansiado debate, que, en alguna ocasión, ha sorprendido al aportar datos y hacer públicos comentarios que han convertido en buena o muy buena una película de la que se pensaban cosas más bien feas mientras se veía. No es el caso. Además, han dejado sola ante el peligro a la hija Ana Serret Ituarte, de cuyo cerebro y corazón ha salido el recién visionado largometraje.
Ana se hace la simpática y realmente lo es, escucha con paciencia las preguntas solapadas del amigo Torreiro y conecta bien con el público que sigue sentado en las butacas del Teatro Echegaray. Al Cinéfilo Ignorante le parece mentira que alguien de l´audiencia afirme abiertamente que le han gustado las escenas con los (pre)adolescentes de protagonistas, pero es que hay gente pa´ to´.
S´está cansado mientras Casimiro alarga el coloquio todo lo que puede, pero ya no hay más preguntas. Cada uno, a sus cosas, que mañana sigue el Festivaaal.
Es el final |