miércoles, 11 de abril de 2018

40º Cinéma du Réel (V) . . . . . . . . . . . . . . . . . . WESTERN, FAMILLE ET COMMUNISME (Laurent Krief, 2018)

No sé qué opinarán ustedes d´esa costumbre, tomada como friki, de ir a dos sesiones de cine el mismo día, no necesariamente una detrás de otra pero sí con poco tiempo para airearse con una actividad que no sea la de meterse en una sala penumbrosa para tragarse otra película o películas.

El Cinéfilo Ignorante opina qu´está bien la idea aunque con reservas:  cuando ha sucumbido a esta costumbre, pocas veces se ha disfrutado enteramente la segunda de las sesiones. Bueno: un festival es un Festival, y algo tendrá que ver con eso de darse un festín.

Voilà!
Para que haya un poco de todo y sirviéndose de las amables indicaciones del personal de taquilla del Centre George Pompidou, averiguamos qu´el cine Luminor Hôtel de Ville, de nombre muy parisino, es donde se deben adquirir las entradas en caso de que la peli en cuestión se proyecte allá. También indican qu´está muy cerquita, a lo que le faltó añadir el equivalente francés al inevitable y fatal No Tiene Pérdida.



Por supuesto que tiene pérdida ya que la Ignorancia carece de límites y de sentido de la orientación, pero sí: s´encontraba a cinco minutos andando desde el (Centro) Pompidú. Una vez allí, se comprueba qu´el Luminor viene a ser el cine antigüillo en el centro histórico de una ciudad de tamaño considerable, el lugar de afluencia de puretas que no soportarían ni cinco minutos de una americanada de Hollywood o de películas de Torrente. También cumple el Luminor con la condición de verse envuelto en cierta oscuridad al que no le falta una inexplicable mezcla d´encanto y sordidez.

Como el tamaño reducido no puede faltar en este tipo de antros, da la impresión, por poca gente que se agrupe a las puertas del local, de que hay tal gentío que va a ser imposible el acceso a la esquiva sala donde se proyecta Western, Famille et Communisme, cinta con un título tan bizarro que no se sabe por dónde va a salir.

¿En qué página estaba esto?
En primer lugar, no da muy buena espina qu´el espacio donde nos disponemos a sentarnos s´encuentra bastante vacío; o sea: los típicos cuatro gatos que, nunca mejor dicho, no s´enteran de la película y se vienen para acá abandonando las, en comparación, animadísimas salas del (Centre) Pompi.

Habrá poco ambiente, sí, pero la sala no deja de admirarnos por sus butacas de un color rojo cegador. Es como l´alfombra roja en versión asientos y, dado el escaso personal que los ocupa, el bermellón deslumbra todavía más.

¿Saben aquél que diu...?

Antes de dar comienzo Western, Famille et Communisme, aparece una joven y afable presentadora del Cinéma du Réel en compañía del director de la película, un chico alto y moreno y joven que, por no faltarle, no le faltará ni la chaqueta de cuero en plan molón aunque, en este breve instante, ha aparecido llano y sencillo sin la chupa que lucirá durante el coloquio final para epatarnos con el discurso que cierre la sesión.



A ver... ¿La película? Ilusiona que, como parece sugerir la reseña del folleto del Cinéma du Réel, va de un viaje por Irán. Dado qu´este país es uno de los lugares que l´encantaría conocer a´l  Cinéfilo Ignorante, este espera un anticipo de su propio itinerario por paisajes y paisanajes de l´antigua Persia y se pone muy contento.

¡´Aaaaaaaaamos!
La cosa empieza de modo un tanto ruauo ruauo: imágenes estáticas de unos extensos valles en los que impera lo estéril agriculturamente hablando y en los que aparecen y desaparecen personajes propios de la tipología iraní en su vertiente rural, lo que da pie a recordar que a los occidentales les atrae eso del subdesarrollo que encarnan pastores con escuálidos ganados.

A ver qué chorrada digo ahora
Poco a poco, vamos a ir conociendo a la familia protagonista de lo que todavía podría considerarse película. Se trata de una mamá con cara de actriz, ciertamente de gran belleza física, acompañada de dos nenas de corta edad, de carillas también muy monas. Hasta ahí, todo, más o menos perfecto. Falta el padre de la criatura (el largometraje) y de las crías (las dos niñas), que debe ser el qu´está detrás de la cámara y, por eso, el que manda aquí.

Alcanzamos a pillar que la familia esta, como también decía la reseña, va dando tumbos por tierras iraníes en camping-car de manera que, a los pocos minutos, ya estamos aprendiendo cómo se organiza una caravana con cuatro personas en su interior, qué es lo que se ve por la ventanilla durante un rato que se hace interminable y en qué punto de un desierto conviene aparcarla y empezar a rodar escenas para este ¿documental?

Cómo no conocer Irán
¿Dónde la habré metido?


Después de presentarnos a la familia y ofrecer un atisbo de monumentos turísticos que se quedan en un par de imágenes de una mezquita y pare usted de contar, ha llegado aquí lo que, poniéndonos finos pero claros, se llama El Tedio.

Díganme ustedes cómo se puede sentir una persona con alto grado de sensibilidad, amante de los viajes y aficionada a un cine ágil y, a la vez, comprometido, ante una sucesión de imágenes completamente absurda y falta de la mínima gracia. Porque eso de insertar secuencias de manifestaciones gritonas en el París más combativo mezcladas en medio de los paisajes desérticos de El Mismísimo Culo del Mundo como que no tiene chicha. Si, además, se le añaden sketches de las dos nenas jugando a te-quito-eso-y-tú-me-tienes-manía-y-ahora-te-voy-a poner-perdida-a-base-de-salpicarte-el-agua-del-cubo-y-al final-te-doy-un-besito-y-aquí-no-ha-pasado-nada... No sé: uno empieza a desconectar de la historia primero puntualmente y, después, de forma definitiva.

Más bonica que to´ las niñas
Vale: tú también puedes meterte en una caravana, filmar los juegos de tus queridos hijos y decir que has estado en un país pobre y exótico haciendo un supuesto documental sin que haya una prueba contundente de que no has salido del jardín de tu casa o del desierto que la rodea. Puedes sentir un amor ilimitado por tus retoños y, por eso, quieras inmortalizarlos en una cinta que se va a exponer en festivales de cine, de los raros o de los populares, y también te puedes creer que todos los públicos van a quedar embobados con lo bonicos que son tus niños.

Hoy no me quiero levantar
Como es (i)lógico, puedes, de igual forma, alargar las escenas de los juegos, de los pastores, de las vacas, de los madrugones en la caravana, de los manifestantes en la distante Francia de la contestation y terminar sin añadir nada especial. Ah, sí: hay que hacer mención a unos fotogramas que destacan sobre los demás por su carácter particularmente odioso: a medida que avanza lo que ya uno duda que se pueda llamar película, van apareciendo cada vez más escenas de las criaturas jugueteando con ¡armas de fuego!


Disculpen por el spoiling, pero alguien lo tenía que decir. En efecto: pistolas, revólveres, colts 45... Cosas d´esas que parecen ejercer una poderosa fascinación sobre las preferencias de no pocos seres humanos cuando se disponen a ver una película. Primero, son las niñas quienes suelen manejar esos juguetitos; hacia el final, es el mismísimo padre de ellas y del engendro quien s´entrega a hacer ademán de disparar a diestro y siniestro. Y así se va preparando el absurdo apoteosis.

¡Pim, pam, pum! ¡Muertos!
No sé yo, ¿eh?











¿Cómo se quedan? Ahora tienen qu´esperar la comparecencia del amigo Laurent, recibido, cómo no, con un caluroso aunque tampoco muy atronador aplauso. Hay gente para todo: incluso para aclamar a un caballero por lo guapetón después de haber visto que sus habilidades artísticas están algo mermadas. Estas ideas son las que ocupan la mente d´este que les escribe, pero a ver si el respetable público français tiene otra visión de las cosas.

¿A que os encanta mi chupa?
Está bien qu´el chico luzca la chupa de cuero con una majestuosidad que puede llegar a aturdir y que su mirada resulte más que seductora y convincente, pero, de ahí a considerar su película como Una Maravilla, hay qu´estar un poco p´allá, es decir: haberse pasado demasiadas horas en este tipo de cines de puretas. Bueno; la señora que, toda atribulada, confiesa públicamente que Le Ha Encantado, no llega a calificarla de Maravilla; no: ha dicho, repetidas veces, que ella misma es réalisatrice y, como tal, le ha parecido très intéresant, lo cual sabemos lo que quiere decir: que será un tostón, pero que debe guardar significados tremendamente profundos.

Blanco Ariel
Uno intenta encontrarle lo que no tiene: algún simbolismo escondido, un cóctel surrealista que pudiera resultar en cierto modo atrayente, una fotografía impecable pero ¡qué repetición! Algo, empero, encuentra: aparte de la escasa hora y cuarto de metraje, en el que aparecen fotogramas bañados en un blanco blanquísimo muy en la onda soy-más-avant-garde-que-tú-y manejo-las-nuevas-tecnologías-que-lo-vas-a-flipar, uno se acuerda de una banda sonora ciertamente curiosa por aquello de unir a Leonard Cohen con canciones en alemán, idea que choca y hasta gusta. No obstante y volviendo a valorarlo todo, lo sentimos, Laurent: vas a pasear este producto por unos cuantos festivales y habrá alguien que te va a decir que es muy interesante sin que te llegue el sonido de los bostezos más o menos disimulados.

Dejamos para el final la gran sorpresa. Resulta que, a juzgar por otro miembro del público y también por la joven y sonriente empleada del Cinéma du Réel, Western, Famille et Communisme pertenece ¡al género western! y faltaría añadir "como no podía ser de otra forma".

El Cinéfilo Ignorante saca sus armas no precisamente de fuego, apunta con tino y, sin acordarse de que es su segunda sesión cinematográfica en el mismo día, dispara sin piedad:
«½
Qué solos se quedan los cines