lunes, 16 de abril de 2018

40º Cinéma du Réel (VII) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . HARVEST MOON (Zaheed Mawani, 2017)


¿Sólo hay qu´elegir una sesión?
Huele a último día de Festival, al menos, para El Cinéfilo Ignorante, creador, realizador y redactor d´este blogocine qu´está hecho pensando en todos ustedes, tanto los que van al cine a comer, a hablar y a beber como para aquellos que se contentan, simplemente, con ver una película.

El tema viene al caso y afectará directamente al mismísimo Cinéfilo Ignorante, quien se ha pasado unas cuantas horas dudando en qué película meterse para acabar con un buen sabor de boca en el último día en que asiste al 40º Cinéma du Réel.



Quien siembra vientos cosecha...
Al final, ha ganado este Harvest Moon, título que suena más musical que cinematográfico, por aquello de la variedad: ya hemos cumplido con el aniversario del ínclito mayo del 68 y hemos recorrido lugares de Europa, África y América, pero aún no hemos tocado el continente asiático.

A priori este documental parece sencillo, fácil de comprender y útil a la hora de acercarse a Kirguistán, país tan exótico como desconocido. En principio, la historia no es l´alegría de la huerta y, si no, fíjense en el colorido del fotograma en el que se anuncia el título.


Lo veo negro

Pero antes de meterse en la película, vayamos con esos elementos extracinematográficos a los que se hacía alusión al principio. Uno va al cine a ver cine, ¿no? Lo primero que tiene que hacer es entrar en la sala, encontrar un lugar donde sentarse y tener los ojos bien abiertos. Uno, además, recoge impresiones gráficas que ilustran este blog, pero eso es otro tema, demasiado particular d´este Cinéfilo.

Vayamos, pues, con temas más comunes, como es que al individuo que le toca a uno a su izquierda no le haga ni pizca de gracia que, incluso antes de comenzar el filme (Se hace así, ¿no?), este qu´escribe utilice un par de veces su teléfono móvil para mandar mensajitos. A tal punto ha llegado su impaciencia y falta de tolerancia que sugiere, en bello francés, que me cambie de sitio, cosa que no hago, primero de todo, porque no s´entendía muy bien lo que pretendía decir el caballero.

Lenta secuencia, sí, pero la de mayor belleza de toda la película
Ya empieza la película y allá que va en un ritmo lento y pausado además de oírse, como mucho, el dulce canto de los pájaros pero, en cuanto a voces o a música, nada de nada. ¿Qué provoca esto, sobre todo, al filo de las 5 de la tarde, es decir, la hora de la siesta? Pues qu´El Cinéfilo Ignorante caiga en un estado de sopor que se transforma en un sueño igual de dulce qu´el canto de los pájaros que le han arrullado.

Cuando, al cabo d´escasos minutos, el espectador que les escribe vuelve en sí, lo que más desea del mundo es... no haber caído en el inconsciente defecto del ronquido. No debe pasado esto porque su compañero de la izquierda no ha hecho ademán de amonestar de ninguna manera. Así pues: ¡ya estamos en Kirguistán!

Familieando


Se trata de un reflejo tal cual de los Tagaev, una familia que vive en uno de los bosques de Kirguistán. Por tanto: esperen ustedes de los rostros de sus miembros unos rostros achinados que les hacen muy llamativos, un idioma que se nos antoja indescifrable acompañada de una forma de hablar que no pasa del susurro y, finalmente, unos movimientos lentos pero continuos, o sea: qu´esta familia no deja de trabajar.

Se refiere uno, más que nada, a trabajo rural. Se asiste a la recolección, a la tala y acopio de madera, al almacenaje de productos agrícolas. Pero también llega el momento del descanso, que aquí no tiene nada que ver con cines, internet o siquiera de televisión: no es ni más ni menos que hablar, y así se instala un hilo de conversación que continuará en un tono suave a lo largo de todo el metraje.

De esas repúblicas cuyos nombres acaban todos en -istán
¿Y de qué hablan los... kirguisos? Curiosamente, tocan temas como la tecnología y la Historia haciendo a alusión, primero, a Alejandro Magno y, luego, a la época de la dominación soviética, considerada esta como un tiempo en el que no se podía hacer muchas cosas, como, por ejemplo, practicar algo parecido al estraperlo o a un almacenaje ilegal que responde fielmente al afán de hacerse rico aumentando las propiedades personales.

Esta situación bien pudiera generar un acalorado debate o, quizá, una trama en la historia. Nada de eso: prosigue la vida de los Tagaev hablando también su poquito de ruso y pasan a otros temas que, de tan nimios, no dejan huella en la memoria del espectador. Uno, entonces, se queda un poco desencantado, pero tampoco llega a aburrirse porque sabe que, en esta historia, la función del cineasta se limita a mostrar los quehaceres de este núcleo familiar y también sabe que la cotidianeidad no es más que rutina. Hablamos de lo real y esto nos remite a Cinéma du Réel, esto es: al propio nombre del Festival.

¡Ay! ¡Qué apuro!
Como en todo certamen cinematógrafico que se precie, ya tenemos aquí al director de este Harvest Moon, que acude a su cita con el público al término de su película. Lo presentan dos jóvenes chicas del personal del evento, una hablándonos en francés sobre el señor cineasta Zaheed Mawani, de nacionalidad estadounidense y residente o, al menos, formado en Canadá, y formulando las no muy precisamente originales preguntas ("¿Cómo se te ocurrió la idea esta?") en francés, y otra traduciéndole al inglés al director y a nosotros en francés. Dicho sea de paso que, en una ocasión, la francohablante le corrige lo traducido a la chica intérprete, momento muy WTF del que se acuerda hasta El Cinéfilo Ignorante.
¡Qué fatiguita!

El tal Mawani se siente sumamente cohibido en todo este contexto; el pobre no levanta la cabeza para establecer contacto visual ni con el público ni con sus interlocutoras, que le hablan con cariño y respeto. Los asistentes también preguntan con suma cortesía incluido el acompañante del Cinéfilo. Se acuerdan, ¿verdad? El que le había regañado. El caso es que Mr Mawani balbucea las respuestas, sigue mirando al suelo y da la impresión de que no ha dormido muy bien esa noche porque, además, viene ligeramente desaliñado. El star-system no es lo suyo y es que, si lo llega a ser, habría hecho otro tipo de película.

¡Ah, sí! ¡La nota! No es tarea sencilla, no, adjudicar una calificación a una película en la que uno se duerme, aprende kirguiso y contempla el trabajo agrícola de unos pacíficos ciudadanos. Siendo ciudadano del mundo, pongámonos empáticos y así le concedemos, sobre un máximo de cinco estrellas, un total de casi tres.
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