jueves, 13 de febrero de 2020

LAS 50 PELÍCULAS MÁS GUSTADAS DE 2019 (y VIII): La 1ª.

La película más gustada en 2019 no es de 2019. Es del año anterior, pero, tal y como llegan los estrenos a España y sabiendo qu´El Cinéfilo Ignorante va a las salas de cine a verlos, como sería lo más lógico, tuvo que disfrutarla en el mes de enero del año pasado.

No es muy bella la palabra ganador, pero la debemos utilizar. Y el ganador es...




1. EL VICIO DEL PODER (Adam McKay, 2018)


Pertenece esta al rango de producciones que se disfrutan mucho, mucho, mucho mientras uno está metido en la sala de cine pero que aún se recuerdan con más agrado al día siguiente, en el que van reapareciendo imágenes, gestos, posturas, modulaciones de la voz y hasta elementos sorpresa, algunos de los cuales pasaron inadvertidos durante la proyección de la película.

Los aspectos mencionados pudieran considerarse superficiales al lado de una actitud o, mejor dicho, de actitudes, presentes en las voces, en las caras, en la sucesión de imágenes y en los flashes y flashbacks. Ayuda a ello el haber contemplado una postura firme al enfrentarse a un tema tan polémico y tan reciente como el mandato presidencial de George W. Bush en los Estados Unidos (2001-2009).

La toma de importantes decisiones políticas y sociales en gran parte d´este período -Lo sabemos ahora- no salía de la mente del citado mandatario sino de la eminencia gris que, desde la presidencia, manipulaba los hilos del poder, es decir, el señor Dick Cheney. También es verdad que al ciudadano europeo tal coyuntura le pilla a trasmano y, a menos que no se haya puesto a estudiar la geopolítica de entonces y de ahora, poco sabe del asunto.


Es la oportunidad de ilustrarse. Gracias a El vicio del poder y su aire de documental, el espectador medio aprende y mucho a la vez que se lo pasa pero que muy bien. Bien es cierto que la forma d´exponer los hechos podría calificarse de sesgada, pero ¿cómo no? Mejor decantarse por una posición sino clara sí comprensible dejándole al espectador la libertad de oponerse a ella.

Las actitudes a las que se aludió están marcadas por el sarcasmo, la mordacidaz e incluso la burla en una época en que el insulto por la cara llega a estar bien visto. El Sr Cheney aparece aquí como humano, demasiado humano, y es la ocasión perfecta para despellejarlo con gracia y precisión pero abriendo la posibilidad de justificarlo con que nadie es perfecto y que su proceder es víctima de tentaciones y recaídas.

Todo ello está impecablemente medido en el guion; en el transcurso de una de las sorpresas más desconcertantes que se recuerdan, uno se dice a sí mismo qu´el director de la película le ha tomado el pelo y lo ha hecho realmente bien. Después, vuelve el interés por el qué pasará o cómo fue aquello siempre pendiente de que puedan surgir otros giros geniales.

Si de personajes se trata, las atenciones preferentes se las llevará el biografiado, pero los demás tampoco son meras comparsas (¡Hasta la voz en off es un personaje!): en torno al protagonista, se nos deja ver que influyen poderosamente en él y, incluso en el ámbito familiar, le hacen recapacitar, así que, de nuevo, asoma la humanidad de la persona supuestamente satirizada.

En el plano físico, la recreación del Mr Cheney pone los vellos de punta, sobre todo, cuando, una vez llega uno a su casa, corre a buscar vídeos con entrevistas o intervenciones del susodicho y se da cuenta de que la mueca bucal del señor aparece idéntica en la película. Vamos, que a uno le dan escalofríos a la vez que arrebatos de admiración por el maravilloso resultado.

Sí, claro que conviene que al espectador le guste la política, pero tampoco le va a pasar nada si sus intereses principales van por otro camino. Se trata de la historia contemporánea, de esas cosas que ponen por los telediarios y que no hay más remedio que ver.

Es una historia de ruido de guerras, ante las que es imposible quedarse igual. Ahora sabemos que unas pocas anidaban en la mente de un personaje que nos sonaba más bien poco. Ahora sabemos, después de haber pasado un rato estupendo, cómo se calentaba el ambiente, quién urdía los planes para librarlas y por qué, al final, salía todo aquello como salía.