Ya no nos vienen de 10 en 10 las joyitas más disfrutadas del año pasado. Ahora se merecen algo más de protagonismo y, por eso, las desgranamos con más parsimonia.
Mientras, siguen apareciendo los correspondientes mojones garrapiña´os que hubo de tragarse en 2018 y, ya que se ponen aquí según se fueron viendo, exponemos los que se nos hicieron incomestibles a l´altura del verano y a principios del otoño.
LA SOCIÓLOGA Y EL OSITO (Etienne Chaillou y Matthias Théry, 2015)
https://vimeo.com/279253697
PROMESA AL AMANECER (Eric Barbier, 2017)
https://www.youtube.com/watch?v=OtJzUdlWCHY
UN OCÉANO ENTRE NOSOTROS (James Marsh, 2018)
https://www.youtube.com/watch?v=qYdWLHmWTdg
MAMMA MIA: UNA Y OTRA VEZ (Ol Parker, 2018)
https://www.youtube.com/watch?v=rnK9F2BjlQQ
BURNING (Lee Chang-Dong, 2018)
https://www.youtube.com/watch?v=Cdl_qQYgjSQ
Espérate, que alguna de estas obtuvieron unas críticas sobresalientes, ante las cuales este Cinéfilo se refugia en su Ignorancia. Pero lo que no deja pasar por alto son las ocho maravillas del mundo listadas a continuación.
20. DISOBEDIENCE (Sebastian Leilo, 2018)
19. KINSHASA MAKAMBO (Dieudou Hamadi, 2018)
18. EN LA SOMBRA (Fatih Akin, 2018)
17. YO, TONYA (Craig Gillespie,
2017)
16. THE FLORIDA PROJECT (Sean Baker,
2017)
15. EL INSULTO (Ziad Doueiri,
2017)
14. MAKALA (Emmanuel Gras,
2017)
13. LA NOVIA DEL DESIERTO (Cecilia Atán y
Valeria Pivato, 2017)
Mientras, siguen apareciendo los correspondientes mojones garrapiña´os que hubo de tragarse en 2018 y, ya que se ponen aquí según se fueron viendo, exponemos los que se nos hicieron incomestibles a l´altura del verano y a principios del otoño.
LA SOCIÓLOGA Y EL OSITO (Etienne Chaillou y Matthias Théry, 2015)
https://vimeo.com/279253697
PROMESA AL AMANECER (Eric Barbier, 2017)
https://www.youtube.com/watch?v=OtJzUdlWCHY
UN OCÉANO ENTRE NOSOTROS (James Marsh, 2018)
https://www.youtube.com/watch?v=qYdWLHmWTdg
MAMMA MIA: UNA Y OTRA VEZ (Ol Parker, 2018)
https://www.youtube.com/watch?v=rnK9F2BjlQQ
BURNING (Lee Chang-Dong, 2018)
https://www.youtube.com/watch?v=Cdl_qQYgjSQ
20. DISOBEDIENCE (Sebastian Leilo, 2018)
Avalada por Gloria y Una mujer fantástica, que, con todo merecimiento, figuran entre las mejores películas de sus años respectivos, Sebastian Lelio, se presenta en 2018 con lo que califican como, agárrense a la expresioncita, drama lésbico, que servirá de gancho para morbosos y solidarios. Va muchísimo más allá de todo eso: condensa la tolerancia religiosa, el regreso al lugar de la juventud, es decir: de las locuras; la diferencia del nivel económico de amigos supuestamente íntimos; la atracción física incontrolable; el frío atmosférico que, sin embargo, embarga el ambiente; el aburrimiento o la monotonía en el matrimonio; la indulgencia frente a pecados considerados mortales... ¿Hay que seguir? No, que se van a formar una idea tan errónea como confusa de un drama que no es lésbico porque, en realidad, difícilmente se pueden considerar lesbianas a las protagonistas, dueñas ambas, por cierto, de una belleza exterior extraordinariamente realzada en las imágenes de un largometraje que es todo perturbación.
Es lo que al Cinéfilo Ignorante le gusta llamar una película de terror, y que, como en muchas de ellas, empieza con una imagen de lo más plácida: la del panorama de una gran ciudad vista desde las alturas, con sus rectilíneas avenidas, sus masas de zonas verdes y sus automóviles cruzando las vías urbanas con relativa comodidad. Una vez se aterriza en lo real, sobreviene el pavor, que no es sino un salto al riesgo de que a uno o a decenas o a cientos de manifestantes les abran la cabeza. Es la lucha por salir del callejón sin salida que es un régimen político que controla todos los resquicios de la información y que no hay manera de que deje paso a otros gobernantes. ¿Qué hacer? ¿Perder la vida? ¿Lloriquear a aquellos a los que ya se la han arrebatado? ¿Montar la bronca pintándose la cara? ¿Confiar en otros líderes? ¿O confeccionar una Maravilla de documental alineando magistralmente unas imágenes de miedo para llevarlo al Festival du Réel de Paris y, d´esta manera, grabarlo en la memoria de los asistentes?
Se ve qu´hemos llegado a la cima de las películas del 2018 porque, cada vez, resulta más difícil definirlas. Si bien, con En la sombra, puede uno esperarse las brutalidades de un director que no suele hacer, precisamente, lo que se llama feel-good movies, tampoco se puede afirmar que esta sea una pura demostración de rudeza pese a sus atentados y a sus amenazas constantes. Empieza con explosiones, evoluciona a la psicología y, conforme avanza, adquiere tintes de drama judicial, que, a su vez, está visto desde una perspectiva inequívocamente política, O sea: que no es apto para públicos tontos. Es también gracias a la insuperable actuación de Diane Kurger, una exposición de lo que nos gustaría hacer a todos si nos fastidiaran la vida para siempre y, por otra parte, una demostración de que sigue habiendo un cine alemán, en el mejor sentido de la palabra, moderno; a saber: ágil, cerebral, emocionante, diáfano, redondo, va-lien-te.
Si te gusta el patinaje artístico, mejor todavía, pero no hace falta: es suficiente con sentirse atraído por la maldad humana, que, si s´enfoca con maestría, ya es bastante reclamo para admirar un biodrama como Yo, Tonya, cuya mayor virtud se centra en contar una historia desde el punto de vista de la mala de la película tan acertadamente que, por mucho que nos estrujemos el coco, seguimos sin saber si ponernos de parte de ella o de censurar sus maquinaciones. Claro: que estas no surgen porque sí pues ya s´encarga un desfile de personajes secundarios nada segundones, quienes, gracias a una más que eficaz caracterización, han generado la encarnación de lo inmoral. Así, un rostro tan atractivo como el de Margot Robbie puede dar sustos de aúpa con sólo fruncir el ceño y que, cuando menos se lo espera uno, hay un par de ineptos que, antes de un baño de sangre, hasta le hacen reír al espectador. Vamos, que esto es un no parar, un torbellino tan habilidoso como el de las contorsiones de las mejores patinadoras de los noventa.
A algunos nos va el desasosiego, la inquietud, el suspense en el que nos coloca una situación que nos aprieta los sentidos como si nos ahogase una soga cortada a la medida de nuestro cuello. Así es la sensación que se vive a lo largo de todo el Florida Project o la desfiguración del sueño americano en la región del país donde se localiza el mejor clima pero también los más injustos desbarajustes sociales. Pregúntese a continuación cómo se verá todo esto desde la escasa altura de una niña y, entonces, l´angustia crecerá paralela a una soñadora ingenuidad. Plantéense que, cuando una mamá deja de ser un modelo para una hija, esta función pasa a ser desempeñada por otra persona. Piensen que hay circunstancias y también voluntades que acaban con las uniones más sólidas. Hasta ahí puedo leer. Ahora les toca a ustedes descender a las profundidades de la pesadilla infantil bajo un falso cielo azul, con arco iris y todo, por encima de resplandecientes centros comerciales.
Qué buena manera d´empezar un ejemplo del cine político riéndose del conflicto qu´enfrenta a dos facciones separadas por razones étnicas, históricas y socioeconómicas para después escupirnos las manifestaciones de intolerancia por parte de pueblos que comparten un territorio de tan escasas dimensiones como es el Líbano. Lo que se podría ver como una anécdota se convierte en una bola de fuego que acaba impregnando todo un sistema que va desde los medios de comunicación hasta los tribunales de justicia. Es difícil plasmar con tanta credibilidad la furia humana o, para quitarle hierro al asunto, lo cabezota que es la gente. Claro: que eso no es porque sí: son muchos años alimentándose de un enfrentamiento con muy pocas treguas. Para colmo, también golpean las diferencias generaciones y, aún así, todo el mejunje rezuma sabor a buen cine y a excelentes interpretaciones.
A ver quién es el listo que se pone a fabricar un largometraje con poco más que un paupérrimo campesino del Congo transportando un cargamento de carbón desde su aldea hasta la ciudad más importante de la comarca. Eso le ha bastando a Monsieur Gras para montar una de las películas más atosigantes del año, cuya visión le promete al espectador seguir los avatares del protagonista por los polvorientos caminos del este de la República Democrática del Congo. Cumple de tal manera que, por momentos, el occidentalito cómodamente retrepado en su butaca de cine cultureta, se transforma en el escuálido hombrecillo que arrastra día y noche un material por el qu´espera que, al menos, le paguen el camino de regreso. Después viene el regateo con los enterados de la ciudad y sus triquiñuelas, que harán todo lo posible por quedarse con nuestro Quijote del África Ecuatorial. Cuando s´encienden las luces de la sala, se da cuenta uno de que vive en la opulenta Europa donde, no sin motivo, aspiran a instalarse muchos congoleños.
Hablando bajito, como hace Paulina García metamorfoseada en una novia de las llanuras argentinas, se puede cambiar la realidad: por poner ejemplos sencillos, desde abandonar toda una vida anterior hasta hacer que s´enamore un rudo transportista. Sólo es preciso decir las palabras justas y, entonces, sacarle partido a las casualidades e incluso a las perrerías que le hacen pasar a una, recurrir a los silencios cuando no hay nada que decir y muchas otras tretas para las que sirven pocos humanos. ¿Qué nos puede ayudar? Un guion absolutamente impecable, que se las ingenia para transportar al espectador desde una aparente monotonía hasta una callada explosión de sentimientos, con lo cual dan ganas de traerse a una delegación de guionistas argentinos y pedirles que nos expliquen como lo hacen para construir historias diminutas que nos hacen pensar, durante horas, en las sorpresas que nos guarda un desolado paraje o una voz que apenas sale del cuerpo.