martes, 8 de mayo de 2018

XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL DE JÓVENES REALIZADORES. Granada (España) . . . . . . . . . . . . . . . LO QUE DIRÁN (Nila Núñez, 2018)

El cartelazo
¡De festival en festival! ¿Qué más puede pedir un Cinéfilo? Quiérese decir un cinéfilo sociable aunque suela asistir a ellos subido a su torre de marfil.

Después del tumultuoso certamen de Málaga, Cine en Español, le toca el turno al FIJR. Perdón, ¿cómo dice? ¿Fíjer? ¿Fijer? Suena a palabra árabe, ¿verdad? Bien; pues, si no se han animado a articular el palabro, tienen ustedes que torcer la vista a la derecha y comprobar en el título a qué viene esa impronunciabilidad.

El primer contacto con el FIJR de marras se produce el día previo al de su clausura, cuando el dueño d´esta especie de blog se acercó al flamante Centro Federico García Lorca de la capital granadina, sin posibilidad, entonces, de asistir a la sesión que tocara, pero sí cumpliendo el propósito de saber de qué va esto del FIJR y, de una vez por todas, aclarar a qué hora empieza mañana el evento (¿Así está bien? El Evento) ya que tenemos distintas versiones horarias: la de la página web d´este Festi y la información ofrecida por la prensa local.



Lo de el evento parece un poco irónico al comprobar que, dentro d´el enorme recinto d´el Centro García Lorca, el ambiente está algo mustio. No será por esto por lo que los empleados del mostrador del Festival muestran una simpatía que desmiente el tópico del carácter malhumorado de los habitantes de Granada y a fe mía que, oyendo el deje de aquellos, eran grana´ínos de pura cepa.

Pero no será por merchandising porque, del F.I.J.L. o como s´escriba, se pueden comprar unas bolsas, dicho en idioma local, mu apañás y hasta chapitas que son de lo más collejo, ambas con motivos del certamen. Uno pregunta por la cita del día siguiente y va y le regalan una invitación para la clausura. A to´ esto, hay que decir que sorprende el Centro escogido como sede más importante del Festival. Para empezar, la entrada exterior se presenta sobria y mayúscula a la vez y de un flamante blanco. Ya dentro, la tienda del, ejem, espacio cultural invita a llevarse algún que otro libro relacionado directa o remotamente con nuestro Federico. Vamos, que habrá que volver hasta sin festival.

El boca a boca
A punto de dar las 20:00 del día siguiente, ahí está el Cinéfilo Ignorante encontrándose con qu´el ambiente ha cambiado sobremanera: gentes que deambulan de acá para allá; un vestíbulo bastante transitado; los muchachos del mostrador atendiendo a gente, y una puerta que se abre y que se cierra y que no es sino la que da acceso al hermoso salón de actos, con sus asientos dispuestos de forma escalonada en medio de un negro dominante, diametralmente opuesto a la blancura de la entrada general.

Asoma la mirada el Ignorante al tiempo que, con todo el orgullo, muestra su invitación al chico que hace como que vigila en la puerta d´este salón que aquí llaman Teatro. Los ojos del Cinéfilo se transforman en platos porque, de no haber visto un alma el día anterior y acordándose de que la prensa local de hoy no le ha dedicado ni una sola línea al acto además de informar malamente del horario en su ejemplar del día de ayer, ahora comprueba qu´el local presenta una cantidad de público más que considerable.

Lo primero que se piensa es: ¿cómo se ha enterado de lo que pasa aquí toda esta gente que, aunque no llena por completo el aforo del local, se puede afirmar que ha acudido casi en masa al Centro García Lorca? Digamos que, a ojo de buen cubero, habrá, entre estos cuatro muros, por lo menos, 300 espectadores, que, aparte d´estar todo el santo día liados con lo que llaman redes sociales, han puesto  en marcha el boca a boca.

Cuando se recorre la espaciosa sala para buscar un asiento cerca del escenario, se observa que no sería d´estrañar lo que se ha dicho de las redes sociales a juzgar por las pintas del personal y disculpen ustedes los prejuicios con respecto a las apariencias. Pero es que, aunque hay de todo, se divisan numerosos representantes de la juventud de modernos rapados, y de locos y bellos pendientes, es decir, gente peculiar y amante de la cultura que no se sabe muy bien de dónde ha salido en esta ciudad tradicionalmente tomada como conservadora.

No pasa nada, que todo eso puede ser hasta bueno. Mientras tanto, el espectáculo va a comenzar. Sobre el escenario, presentan la función diversas personas que s´expresan de un modo que los grana´ínos de toda la vida definirían como fisno. Pero dejemos las disquisiciones que nos llevarían a un conflicto regional con respecto al atraso de algunas provincias y centrémonos en la gala en sí.

¡Qué vestido más original tienes!

Porque se trata de una gala con actuación festivomusical y todo. L´artista es una chica de inconfundible acento italiano que baila, canta, hace gorgoritos y suelta alguna gracia como la de incitarnos a pronunciar rápidamente el mismo nombre del Festival, o sea: el FJR, que, para ella, suena como un FRRRR. Ahí está ella levantando la pata a lo Lina Morgan a base de sacarla de su clásico-pero-vanguardista vestido de negro azabache del que penden objetos no identificados.

L´actuación dura lo justo para dejarle tiempo a la exhibición de unas minipelículas o, más bien, minicortometrajes frente a los qu´el que les escribe se reconoce más Ignorante que Cinéfilo. Pero es que, en verdà, esos minicortos ¡están muy bien! El tiempo de duración de cada uno debe ceñirse a un máximo de 30 segundos así que figúrense cómo pueden ser la introducción, el nudo y el desenlace de cada uno de ellos. Tras ver unos cuantos con toda la atención posible a la vez que se intenta captar fotográficamente alguna imagen, es fácil hacerse a ese formato, con lo que hay momentos muy específicos, en alguno d´esos miniloquesea, que hasta parecen largos. Si una imagen dura más de un segundo y medio, ¡puede hasta cansar!

Gotas caen
Los minicortometrajes se presentan clasificados en las categorías Sin Fin y Aguaespejo, para las que se otorgan los correspondientes galardones. Tal vez a causa del despiste al que consustancial, el Cinéfilo Ignorante no acierta a distinguir por qué una obrita de estas se incluye en una u otra sección; el caso es que la gran mayoría es sumamente disfrutable por distintos motivos: en esos 30 segundos, se pueden hacer virguerías informáticas, provocar animaciones de objetos, aumentar el tamaño de unas gotas de agua o contar una historia en plan casi tradicional.

Todo es arte
Ahora bien: el acto sigue siendo como muy moderno, que, para algo, la cosa va de Jóvenes y estos gustarán de la música que ameniza el acto entre intervención e intervención y entre una serie de cortos y presentaciones. Se trata  un rock que tampoco se consigue identificar más allá de la etiqueta de postrock. Sin embargo, unos y otros tiran de amor por lo tradicional recordando a los asistentes que se trata nada menos que de la vigésimo cuarta edición, que no es moco de pavo (Lo del moco es del Cinéfilo Ignorante, claro).

Todo vale
Hablando de modernos, entre los que participan activamente s´encuentran viejos conocidos de la, ejem, escena cultural granadina, como José Ángel Arias José Luis Chacón, sobre los que no procede extenderse aquí y ahora porque, a este paso, nos vamos a quedar sin sitio para hablar de la película que será el cierre a la edición que nos ocupa. Quien parece faltar entre la concurrencia es el cineasta José Val del Omar (1904-1982), a quien se hace referencia más de una vez en el curso de las alocuciones y cuya vida y obra, gracias a estas referencias, dan más ganas de conocer.

And the winner is... Acá la ceremonia es más modesta que en Jólibus e incluso qu´en el Festival de Málaga, lo cual nos sienta bien si queremos tranquilidad. Sí que resulta un poco extraño qu´el chico Manuel, el director premiado en una de las categorías, ya tenía preparado su discurso de ganador, así que sube a recoger su reconocimiento chuleta en mano, la cual procederá a leer muy contento. Ahora bien: las cosas, como son, que su película Volar es una hipnótica mezcla de imágenes e sonidos que en absoluto ha cansado visualizar por segunda vez.

Gracias, tío
Hemos, pues, disfrutado con los minicortos más de lo que s´esperaba. Así que deléitense ustedes también haciendo uso d´estos enlaces que los organizadores del certamen han tenido a bien compartir con todo el mundo y que nosotros les agradecemos vivamente: los del premio Aguaespejo y los del premio Sinfin, con apartado especial para el ganador d´esta última sección, que fue David de las Heras con Al final, la sopa, fría, un título casi más largo que la misma película, que está muy bien aunque... no sé si le sobran algunos segundos.

Estaría bien disponer de todo el tiempo del mundo y dar rienda al amor por cualquier tipo de lista cuantificadora haciendo un ranking de los minicortos incluidos en cada uno de los premios, pero, por desgracia, va a ser que no. Ya, sin más dila(ta)ción, nos vamos a la película Lo que dirán, que, a ver si, con su más 60 minutos de metraje, ahora nos va a resultar eterna.

Con su cartel y todo
No: Lo que dirán dura lo justo. Como ha sido tónica general en no pocos documentales vistos en el Festival de Málaga, se podría encuadrar en el género de Cine... Observacional. Esa cosa. Ya costó lo suyo aprenderse el nombrecito como para que ahora se nos olvide, precisamente, cuando s´está ante una obra que, en efecto, es de esas en las que se da rienda suelta a los personajes, escasos en número pero fuertes en intensidad, sin que los opaque la antaño obligatoria voz en off .

Empezamos (muy) bien

Qué difícil reseñar esta película, bien planteada, mejor desarrollada, insuperablemente montada, sin caer en un casi inevitable spoiling así que habrá que desvelar que la gran mayoría de los minutos son para los diálogos y soliloquios de dos chicas musulmanas. Pero no se vayan ustedes a creer que todos los que profesan el islam son lo mismo. Aquí se ve que para nada y ahí está la riqueza de cualquier manifestación cultural o religiosa.




La rabiosa actualidad
Hablando de la película en sí, cierto es que, sin ser espectaculares, las imágenes se suceden con una soltura muy cómoda para el espectador, a lo que ayuda la expresividad de las carillas de las dos actrices. ¡Ay! ¿Actrices? Bueno, pues sí; se merecen ese apelativo sin necesidad de que interpreten ningún papel ni tan siquiera de que lo ensayen. O quizá sí que son actrices si nos ponemos en plan calderoniano y pensamos que todos obedecemos a un papel en nuestra vida diaria.

Globalizándose
Ayudan, sin duda alguna, los ojos de las protagonistas, su forma de mirar y d´empezar una conversación y de interrumpirse dentro de una manera de actuar adolescente mas no gamberra ni tampoco provocadora. Está bien eso de averiguar cómo se desenvuelven las nuevas generaciones y, d´esta manera, los mayores salen de su burbuja viendo cómo se manejan por la vida estas dos chicas del Islam. Ah, ¿que no se ha dicho en dónde? Pues mejor que mejor, que lo que tienen que hacer ustedes, sin pensarlo mucho, es ver Lo que dirán.

La différence c´est la force
Si se deciden, entonces, a aprovechar bien 61 minutos de sus vidas, también comprobarán que no es oro todo lo que reluce, es decir, que tampoco es una obra perfecta. Para empezar, el trabajo del encargado del sonido deja bastante que desear, como acertadamente apuntaría una de las participantes en el coloquio posterior; es una lástima que, a veces, cueste entender los diálogos dada la escasa nitidez en la grabación.


Ca´ una es ca´ una
Por otra parte, hay momentos bajos hacia el último cuarto de hora de la peli, pero ¡qué bien se remontan! Al final del final, este documento adquiere unos tintes de película coming-of-age que, si bien, por suerte, no s´esperan, sí que suponen el desenlace más lógico en la vida de dos alumnas de Bachillerato. Ah, ¿que no saben cuál va a ser ese final? Pues ¿haberlo? Haylo y, encima, guarda una pequeña sorpresa.

Concluyendo: considerando sus muchos altos y sus pocos bajos, El Cinéfilo Ignorante decide otorgarle a Lo que dirán un conjunto d´estrellas bastante apaña´o:
«««¾

A continuación, viene el consabido debate y tengan ustedes la seguridad de que este es uno de los coloquios que más apetece seguir, idea que no parece compartir una buena parte de la concurrencia, que decide abandonar la sala esperemos que por aquello de que son más de las 10 de la noche de un domingo, además, no demasiado apacible en lo meteorológico.

¿Me veis bien?
Nila Núñez, creadora y alma mater de la obra en cuestión, se desenvuelve con una naturalidad y, sobre todo, con una sencillez que ya la querrían para ellos muchos realizadores jóvenes y menos jóvenes. La chica fisna del Festival le formula preguntas típicas para después dejar paso a las del público, que, por una vez, despiertan inusitado interés en la actitud escéptica d´El Cinéfilo Ignorante con respecto a este tipo de puestas en común.

En efecto: una de las interpelaciones deja fuera de juego no sólo a la propia directora sino también a la mayoría de los asistentes. Le preguntan a Nila que si, alguna vez, ha hecho cierta cosa que es una de las costumbres sobre las que giran no pocas de las réplicas y contrarréplicas recogidas en la obra que acabamos de ver. Una pista más: que si, con esa acción, ella se ha puesto en la piel o, mejor dicho, en los zapatos de las dos protas.

Al final de la charla, despedida y cierre. Se ha terminado este efímero festival, que, ay, no se ha podido seguir como se debiera. Pero algo es algo o incluso más que algo porque asistir a la entrega de premios ya es bien representativo y, en el día de hoy, ha resultado muy placentero.

Antes de marcharse del Centro Federico García Lorca y sin querer ponerse demasiado plasta, el Cinéfilo Ignorante mantiene un distendido diálogo con la mismísima Nila Núñez, quien, muy amable ella, transmite toda la ilusión del mundo por hacer cine y todo lo que ello conlleva, es decir, dedicar tiempo a labores promocionales, de las que siempre anda quejándose algún que otro profesional del gremio ya vencido por los años. Pero, según su expresión facial y sus frases llenas de ilusión, Nila está encantada de haber creado Lo que dirán y de darlo a conocer mientras nosotros estamos contentos al disfrutarlo y difundirlo.

Esos ojos negros
Esa forma de mirar